Un importante empresario estaba enojado
y regañó al director de uno de sus negocios.
El director llegó a su casa y gritó a su esposa,
acusándola de que estaba gastando demasiado
porque había un abundante almuerzo en la mesa.
La señora gritó a la empleada, que rompió un plato
y le dio una patada al perro porque la hizo tropezar.
El animal salió corriendo
y mordió a una señora que pasaba por allí.
Cuando ella fue a la farmacia
para hacerse una curación, gritó al farmacéutico
porque le dolió la aplicación de la vacuna.
Este hombre llegó a su casa y le gritó a su madre
porque la comida no era de su agrado.
La señora, manantial de amor y perdón,
le acarició la cabeza mientras le decía:
“Hijo querido, te prometo que mañana
haré tu comida favorita.
Trabajas mucho, estás cansado
y hoy precisas una buena noche de sueño.
Voy a cambiar las sábanas de tu cama
por otras bien limpias y perfumadas
para que puedas descansar en paz.
Mañana te sentirás mejor”.
Lo bendijo y abandonó la habitación,
dejándolo solo con sus pensamientos.
En ese momento se interrumpió el círculo del odio,
al chocar con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.
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